Desde agosto de 2017, más de 700 mil personas de la etnia Rohingyas, huyeron del estado de Rakhine, en Myanmar, hacia los distritos del suroeste de Bangladés, uniéndose a las cientos de miles que ya se encontraban refugiados en territorios del mencionado país surasiático. La prolongada discriminación y la creciente brutalidad en contra de los Rohingyas, en Myanmar, lleva décadas privándoles de una vida digna y segura. Se enfrentan a un ambiente inhóspito e insalubre en la vecina Bangladés, además, de llevar una carga apátrida que le niega la nacionalidad al nacer, sin contar con los maltratos, el éxodo y la vulneración de sus derechos humanos básicos.